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domingo, 4 de junio de 2017

CASCADAS DE OUZOUD:MARRUECOS

Las cascadas de Ouzoud son las más bellas e impresionantes del Norte de África.



Poseen  una caída de 110 metros y están situadas en la provincia de Tanaghmeilt, o para que las localicéis mejor, a unos 150 Km de Marrakech. 
Hay excursiones que parten desde Marrakech ida y vuelta, pero lo que aconsejo, es alquilar un coche e inspeccionar el terreno tú mismo. 
Es la segunda vez que las visito y cuál ha sido mi sorpresa al verlas teñidas totalmente de chocolate.


Parecía otro lugar, como si se hubiesen disfrazado. El motivo del color de sus aguas se debía a las diferentes tormentas que habían sacudido la zona días atrás, arrastrando toda la fuerza de la tierra roja y del barro a las poderosas cascadas, tiñéndolas. 



Quizás las fotos no hagan justicia, pero os aseguro que nos dejaron con la boca abierta, no sabría elegir cuál es la versión que más me ha gustado, cada una con su propio carisma y personalidad.




Ese día el cielo anunciaba tormenta y las nubes se iban enfadando cada vez más, se volvían grises por momento, pero estábamos allí y había que verlas.


Tras tres horas de carretera nos pusimos a conocerlas de cerca, ayudados por un lugareño, que si bien lo podéis hacer sin necesidad de guía, es una manera de aportar ayuda al poblado. Nuestro nuevo amigo estuvo con nosotros más de cuatro horas, contándonos todo sobre costumbres, fauna y flora. Sin él hubiese sido muy diferente.


Atravesamos los comercios 




Y nos encontramos con ella.


Si tenéis claustrofobia he de deciros que no hay quitamiedos ni barandillas, es tal y como la naturaleza la ha creado , sin nada artificial. 


Utilizad calzado cómodo y de agarre, el descenso puede resbalar un poco, aunque con cuidado no es nada peligroso.


Al menos dos horas se tarda en hacer el recorrido y ver la belleza del paisaje desde diferentes perspectivas.







 Cada rincón era más bello que el anterior


Por fin llegamos al fondo...




 Un poco cansados pero tan deslumbrados como al principio.


Ahora nos tocaba ascender, pero antes había que quedarse con una última imagen...





Degustamos un tagine con estas vistas y la lluvia vino a saludarnos..


El frío acompañó a la lluvia, no quería dejarla sola, pero daba igual, no consiguieron borrarnos nuestra ilusión.


Tras una larga subida, esta vez por escaleras, llegamos  a la cima con la sensación de cansancio de niños, sí, de niños, ese cansancio natural que nos producía el haber estado toda una tarde jugando. Y es que para viajar hay que volver a sentirse niños de nuevo... De qué manera sino puedes apreciar todo lo que pasa a tu alrededor...


Gracias a Álvaro, Pili y Laura. Habéis hecho este viaje inolvidable.